miércoles, 31 de julio de 2013

Keep calm and carry on

Eso pensé yo cuando el jueves pasado, a eso de las 10 de la noche, después de lastimarme un dedo del pie derecho jugando al fútbol, unos chicos italianos nos propusieron jugar un mini partido contra ellos. Tremenda paliza y tremendo mi dedo después cuando llegué a la habitación y me quité las zapatillas.
 
Resulta que me lastimé de una forma muy tonta. Jugando al fútbol descalza. Le pegué mal al balón, me crucé con otro compañero por el medio y al final mi dedo hizo "crack". Supongo que al estar en caliente no sentí realmente tanto dolor y por eso me aventuré a jugar el partido contra los italianos. Fui a ponerme unas zapatillas y volví. Y pude correr, pegarle al balón, pegar patadas, todo. Lo que no pude después de terminar y estar 10 minutos parada fue caminar sin cojear ni aguantar el dolor.
 
Mi dedo era un cristo. Hinchado, con derrame, duro como una piedra. De todos modos, decidí ponerle algo de hielo e irme a dormir. No conseguí hielo, pero tenía guisantes congelados. El tema es que a la mañana siguiente el dedo seguía igual de mal, así que de buena mañana me duché y me fui al Hillingdon Hospital. Entré por la puerta que no era y tuve que dar más vueltas que un pato mareado, pero al final, llegué a A&E (Accidents & Emergencies), nuestras Urgencias de toda la vida. Tuve que explicar como 5 veces cómo me había lastimado, a 3 personas diferentes. El caso es que me atendieron rápido, me dieron algo para el dolor y me mandaron esperar en la salita. Después llegó el doctor, y volví a entrar y a contarle todo otra vez. Me extrañó que ni me ofreciesen una silla de ruedas, no sé, igual tenía que tirarme al suelo y gritar de dolor. Resulta que como llegué "caminando" pues entonces tampoco era para tanto. El caso, el médico me tocó 1 milésima de segundo el dedo y me dijo que no le parecía un dedo roto pero que íbamos a hacer unas radiografías. Allí en las radiografías es como la cola del súper. Tu llegas primero, le das el papelito a la enfermera o la de turno, y pasas primero. Si el que está detrás de ti se rompió la pelvis y las 2 tibias no importa, tú vas primero. Me hicieron las radiografías y me mandaron esperar otra vez. Llega el médico y con estas palabras textuales suelta: "Tus radiografías están bien, el dedo no está roto. Toma algo para el dolor y ya te puedes ir. Adiós". No está roto pero dime qué le pasa entonces, qué tengo que comprar en la farmacia, si lo vendo, si qué hago... Nada. Le faltó la palmadita en el hombro.
 
Me fui a la farmacia y compré provisiones en vendas, cremas e ibuprofeno y me sentí desafortunada porque tenía el dedo mal y no podía jugar al fútbol. No por cojear o por no poder caminar bien, por el fútbol. Bendito sea.
 
De eso ya ha pasado casi una semana y mi dedo va mucho mejor, pero aún así, sigue doliendo y sigue sin estar recuperado del todo. No sé, me da que va para largo.
 
Pero no sólo os tenía que contar mi "lesión". No. Hay más. En concreto, dos situaciones que viví esta semana trabajando que me hicieron sentirme muy inútil e impotente.
 
La primera de ellas, este mismo lunes. Un grupo gigante de españoles que viajaban de vuelta a casa vía Madrid-Barajas. Eran 49 niños y 2 monitores. De repente, en facturación las azafatas me comentan que no encuentran la reserva de 30 y pico. Treinta y pico niños sin asiento. Pánico. Es lo único que una piensa. Las azafatas recogieron varios pasaportes y se fueron a intentar solucionarlo, a ver si la reserva finalmente les aparecía en el sistema. Poco puedo hacer yo más que pasarles la información que tengo, comunicar lo que está pasando a mi supervisora y esperar que alguien pueda hacer algo. A mí me toca el papelón de cargar con culpas y con las caras de los niños. Los mantuve al margen en todo momento, y mandé al grupo que estaba ya facturado y a una monitora a pasar seguridad, al menos ellos tenían que llegar al avión. Al rato vienen las azafatas y me dicen que 17, los pasaportes que recogieron, tienen asiento porque forzaron las reservas. Buena noticia: 17 tienen asiento. La consecuencia de hacer eso es que generaron overbooking y los demás se quedaban inmediatamente sin asiento. Me dicen además que los vuelos del resto del día están llenos y que salvo que haya no-shows no pueden hacer más hoy. Uno de los monitores, Alejandro, encantador, rompió su billete y dijo que no volaba si los niños tampoco. Y llegó el momento de decírselo a los niños. Los pobres estaban desconcertados, sabían que pasaba algo y querían saberlo ya. Cuando tuve un minuto me los llevé lejos de los mostradores y les expliqué lo que pasaba. No había ninguna buena noticia, no había nada que yo les pudiese decir que les pudiese aliviar. No tenían asiento y no podía decirles otra cosa. Intenté que estuviesen tranquilos, intenté resolver todas las dudas que tenían, hablé con ellos, les expliqué todo mil veces y les dije que no los iba a dejar solos en ningún momento, que no estaban tirados.
 
Os puedo asegurar que fue el peor momento que viví aquí trabajando. Por encima de todo el estrés, de la angustia cuando hay problemas, del agobio, de tener que correr porque no hay tiempo, por encima de todas estas situaciones, muy por encima, es tener que decirle a un grupo de chavales que no tienen billete por culpa de algo que ni sabes explicarles. A partir de ahí seguimos las instrucciones del staff de la BA y la verdad es que se volcaron con nosotros. Y justo cuando íbamos a irnos a que se sentaran y a seguir pensando qué hacer y cómo manejar la situación, la azafata viene y nos dice que todos pueden volar porque ha habido el mismo numero de no-shows que de niños sin asiento. Obviamente, todo encajaba, tuvo que ser un error entre la agencia e Iberia o la BA, porque es demasiada casualidad. Ni me importó saber qué narices había pasado al final o por qué, los niños pasaron las maletas y corriendo con el monitor se fueron saltando y llorando de alegría. Y fue en ese momento que notas la adrenalina acumulada como se va soltando y te va recorriendo. Nervios fuera.
 
Y la otra situación, ayer. Un grupo de 42 niños rusos y 5 monitoras. Una de las niñas tenía un pequeño problema: su nombre estaba mal escrito en la reserva y teníamos que asegurarnos de que no fuese a tener ningún problema al pasar inmigración en el aeropuerto de destino. Como eran un grupo grande, envié por seguridad al resto y le pedí a una de las monitoras que se quedara conmigo y con la niña hasta solucionar el problema. Se quedó, lo solucionamos y cuando van a pasar seguridad, la monitora, medio entre risas me dice que su tarjeta de embarque y pasaporte están con el resto de monitoras. Para más aquel, tampoco tenía  móvil. Faltaba 1 hora justa para que saliese el avión. No era una broma. Y otra vez, ¿qué puedo hacer yo? Remover cielo y tierra buscando soluciones. La monitora le dijo a la niña que pasase seguridad y que volviese con su pasaporte pero nunca la vimos volver y otra vez la angustia de a ver si se pierde o qué pasa con ella. Espero que esté bien porque a veces hacen cosas sin avisar y es difícil no perder los nervios. El caso es que desde la puerta de seguridad no nos daban muchas soluciones. Ella no tenía más documentación. Llamé a todos los números de las monitoras como 50 veces pero ninguna respondía. Después fuimos a que diesen un aviso por megafonía, para que alguna se acercase a seguridad y poder darle el pasaporte al menos. Al final una de las monitoras respondió el teléfono pero dijo que no podía volver atrás. Ellas dos hablaron en ruso y si se entendieron o no, no lo sé, pero parecía que no. De ahí a un rato hablando con azafatas y contándoles lo que pasaba resulta que le podían sacar otra tarjeta de embarque sin problema y que con eso podía pasar seguridad. A partir de ahí, se tenía que buscar la vida y encontrar su pasaporte y su grupo. El tema es que tenía que irse corriendo y así lo hizo. Cuando estoy a punto de irme de seguridad veo a un guardia con un pasaporte y una tarjeta de embarque. Le pregunto si el pasaporte es ruso y me lo deja ver. Era de la monitora. Alguien se lo dio para que nos lo pasara. Y ella acababa de pasar al otro lado. Gracias que fue amable y obviamente pasó al otro lado, la encontró y me avisó de que todo estaba bien.
 
Sientes nervios, angustia, impotencia, lástima. Puedes hacer poco o nada, salvo mantener a la gente tranquila e intentar buscar soluciones aquí y allá. Eso y después de todo rezar para que todos lleguen bien a casa y no tengan más problemas.
 
Se trata de centrarte, no dejar que el miedo o los nervios te puedan, controlar la situación y hacer todo lo que esté en tu mano. Absolutamente todo y más. Respirar, contar hasta 10, darte esos 10 segundos de pánico y cuando acaben volver a concentrarte en lo que tienes delante. Carry on.
 
 

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