jueves, 15 de agosto de 2013

El día más largo

 
 

El último día siempre es el día más largo. El día antes de viajar, el día en el que tienes que decir adiós a todo y meter lo que te queda en una maleta.

 
 
Hoy es ese día para mí. Mi vuelo sale mañana a las 5 de la tarde, pero estaré en el aeropuerto a eso de las 2, que una es previsora y sabe que un aeropuerto siempre pueden pasar muchas cosas. Sin ir más lejos, quedarse sin asiento por overbooking. Otra, tener que re-organizar la maleta (o maletas), quitar cosas, tirar cosas, pagar o sabe Dios qué más. El caso es que necesito tiempo.
 
Tiempo que parece sobrar hoy. Hoy todo va lento. Sobretodo cuando la habitación está como ahora, vacía. Con la maleta abierta de par en par con todo dentro a punto de rebosar, dos mochilas con más cosas, la ropa de mañana encima de la coqueta y el ordenador para darme un poco de compañía.
 
La compañía es otro tema. Soy un tanto maniática cuando viajo y tengo mis rutinas y mi forma de hacer las cosas. El día antes de viajar me gusta estar sola. Me gusta tomármelo con tranquilidad y no tener nada que hacer. Nada de nada. Nada salvo la dichosa maleta y hacer un poco de auto reflexión. Es mi momento solitario, y lo necesito para no estresarme. Es un día largo, un día que da pereza, un día en el que piensas "mañana a esta hora estaré en casa", un día en el que si la gente está por el medio me agobia.
 
No es nada personal, simplemente me gusta la soledad y la tranquilidad de vez en cuando. Ver una película, pasear, pensar, no hablar. Me gusta salir fuera a fumarme un cigarro y pensar en que un año más, dejo esto. Un año más, dos meses en Londres. Un año más, como cuesta irse. Un año más, tantas cosas por el camino.

 
 
Y es que es tan bonito viajar por cosas así. Por la gente que te encuentras en el camino que merece la pena, por la que te encuentras y no merece la pena. Por las experiencias, por el trabajo bien hecho, por la recompensa o no. Por toda la gente que conoces, por toda la gente que te cruzas. Por las locuras sin sentido. Por Nick. Por las charlas en italiano viendo la ciudad de noche entre risas y Peroni. Por Marco. Por el equipo. Por Javi. Por Steve. Por Javi. Por Sara. Por Nari. Por Sofiya. Por Sara. Por Viktor. Por Emma. Por Sofie. Por Marie. Por Sanna. Por Seb.Por Kc. Por Cathy. Por la gente a la que vuelves a ver después de tiempo y ya son imprescindibles. Por Lucía. Por Sandrita. Por las tardes con vino en el parque con gente increíble. Por Emma. Por esos pequeños momentos felices que con tan poco tan lejos te hacen sentir tan en casa. Por días en los que sólo tienes morriña y no hay palabra en otro idioma que pueda explicar cómo se siente. Por los días grises en los que te sientes sola. Por los días que luce el sol en todos los sentidos y te sientes dueña de tu vida. Por la libertad que te da ir de un lado a otro y apañártelas tu sola. Por la gente que hace el camino más ameno. Por la independencia. Por la madurez que se adquiere y sólo, sólo la puede alcanzar quien se libera así. Por las risas sin control. Por las lágrimas al decir adiós a alguien especial. Por esa pequeña "familia" que haces y que son tu gente cuando estás lejos y a los que les debes mucho y todo a la vez. Por las noches de farra. Por las broncas, por las discusiones y por los malos entendidos. Por sentirte capaz. Por vivir tu vida y sentirte libre a cada paso que das. A cada bocanada de aire que tomas.
 
Hay cosas que sólo las puede entender quien las vive. Viajar te cambia la vida. Te abre la mente. Te hace crecer y madurar como persona. Y cuando vuelves, parece que todo ha cambiado. Sin embargo, guess what? Who's changed is you.
 
Mañana pongo punto y final a otro verano inglés. Mañana me despido de mi aeropuerto, de mi Heathrow. Mañana vuelvo a casa, otra vez, quien sabe hasta cuando.



 
 
 

 
 
 

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